El iPhone 6 a examen: opinión personal tras meses de uso
- Ha llegado diciembre, mes de las evaluaciones, y hemos decidido someter al iPhone 6 a examen. ¿Aprobado o suspenso?
Hace ahora aproximadamente tres meses, en una soleada tarde de octubre, me acerqué en un momentito a la Apple Store y salí de allí con un iPhone 6. Esto queda muy feliz y muy maravillosamente espontáneo, pero lo que a ojos de muchos fue así, en realidad no pudo ser más opuesto. Fue algo planificado y una decisión muy, muy sopesada.
En estos momentos, cuando hace 6 meses de la presentación de iOS 8 y 3 meses de su lanzamiento, más o menos junto con la puesta en venta de los iPhone 6 y 6 Plus, y porque se acaba el año y a los seres humanos nos da por hacer resúmenes y balances, llega la hora de sentarse iPhone en mano, mirarlo fijamente a los oj…pantalla, acurrucarlos cada pocos segundos, con los brazos cruzados, inclinando la cabeza a un lado y a otro, y preguntarle: ¿hice lo correcto yendo a por ti?
Los precedentes: el año Android
Como consagrada chica iOS y, sobre todo, dementemente geek, el año pasado decidí «lanzarme» y vender el iPhone 5, un teléfono del cual conservo un excelente recuerdo, y adquirir un 5s en cuanto pisó la calle (la Rue Sainte-Catherine, en concreto), seducida, creo recordar, sobre todo por esa cámara que fotografiaba flores y medusas [/ironic] y hacía slo-mos, y un renovado cerebro llamado A7 que además tendría una eficiente ayuda en forma de co-procesador (el M7). Tener lo último en hardware de Apple para mover lo último en software de Apple no podía salir mal.
No salió mal… En parte. El estrepitoso arrancar de la gran apuesta de Apple con un desafortunado y minimalista punto de inflexión llamado iOS 7 es algo de todos sabido, y no fui una excepción, si bien en el caso del iPhone fui de las que más suerte tuvo en aquel azar 2.0. En mi caso, las ganas de echar dispositivos por la ventana brotaban cuando mis manos sostenían un iPad mini 2 (anteriormente conocido como iPad mini Retina Display) recién adquirido (si no el día de su salida, casi), que, también con su A7 y su M7, era casi la peor manifestación de un sistema operativo nuevo, con reinicios, bloqueos y una exasperante lentitud en las transiciones. Pero vamos a dejar lo del iPad a parte, que eso da para algunos párrafos.
El caso es que el iPhone 5s no me iba mal. Hubiese mentido (o mentiría ahora) si dijese que no estaba satisfecha o estaba descontenta con el producto. Pero ante mi eterna y facilona insatisfacción tecnológica irrumpió algo que reunía, al menos a modo de promesa, ciertas cosas que Apple no me ofrecía en su smartphone top, o no de la mejor manera para mí. La tentación de lo desconocido, de lo antagónico, del otro 5. El doble de atracción por la mitad de precio. Y entonces, click: el día de su salida, siguiendo con la costumbre, hice el pedido del Nexus 5.
El desenlace lo sabéis, y si no tenéis un buen resumen en un post que pude publicar en FAQsAndroid, alguna otra información en éste en Pasión Geek, o algo más liviano, narrativo y sin carga tecnológica en mi blog personal Martinelízate, por lo que no me alargaré más en este tema para no cansaros. Así fue, y así seguí hasta esa soleada tarde de octubre, en la cual, una vez más, cambié de móvil estando contenta. ¿Por qué? Os explico.
Donde dije Nexus digo iPhone
Una de las diferencias entre las situaciones actual y de hace un año es que esta vez, aunque fui también a Burdeos, no me llevé el iPhone en su día de puesta en venta. Fui porque soy un culo inquieto, sí, y porque quería ya desde un principio percibir de manera tangible lo que unas semanas antes nos habían mostrado Cook y compañía en nuestras pantallas: ver, sobre todo, el tamaño, el temido saliente de la cámara, las bandas (odiadas desde que eran zigoto), y esa engañosa sensación de haber probado algo que sentimos los geekfermos tras un rato toqueteando un terminal asegurado con un candado a una bonita mesa. Como si fuese una persona normal, fui a ver un terminal para luego decidir su compra, y, a parte de la satisfacción personal de haber recuperado esa sana costumbre sin experimentar excesiva envidia de las 4 personas que sí se lo llevaban (presencialmente 3), me hice una idea de lo que podía esperar del iPhone 6 (en mi caso el Plus ni siquiera fue una posibilidad). Esperaría un tiempo por motivos personales y para ver qué tal arrancaba iOS 8 y en qué porcentajes repartía las promesas, los aciertos y las loterías.
Bastante antes de lo esperado confluyeron varios factores que dieron un empujón al plan a medio plazo para catapultarlo al aparente arrebato: el vender excelentemente el Nexus 5 (como ni en sueños lo hubiese vendido más adelante) y unos resultados bastante satisfactorios (al menos, en apariencia) en quienes habían estado probando iOS 8 en los nuevos iPhones durante ese tiempo. Aún así no era un precio bajo a pagar por el tamaño ideal, más batería (respecto al Nexus 5), la cámara y esas otras cosas que sabes que tendrás cuando vas a adquirir un iPhone, pero me subí a ese tren porque sentí que no volvería a pasar, y, como se suele decir por aquí, dit i fet (dicho y hecho). Tras estar unos días con ambos terminales (el “por si a caso” de rigor), finalmente todo acabó como estaba planeado y me despedí con sonrisa apenada del Nexus 5 para prestar toda mi atención al iPhone 6. Lo único que me falló en el plan fue no haber probado Lollipop. ¿Craso error?
Diciembre: el iPhone 6 a examen
Si digo que «El iPhone 6 merece gran parte de los elogios que ha recibido por parte de los usuarios», digo una verdad y sin embargo recibiría palos y algunos con razón. ¿Que cómo es posible esto? Porque de nuevo el software está cogiendo aires de lotería. Ah, qué déjà vu…
No he tenido ningún reinicio ni experimento un lag excesivamente molesto (puede que esto sea por desensibilización por el uso del iPad mini 2), si bien un poco al cerrar según qué app o usando algunas, como Dropbox, pero ahí ya entramos en repartir culpa entre Apple y los terceros y yo ahí no soy buena abogada y menos juez. Pero el expediente de iOS 8 ya tiene manchas, empezando por la update del desastre (iOS 8.0.1) y siguiendo con quejas en cuanto a estabilidad y rendimiento en algunos usuarios.
Y, si son pocos, ¿por qué no es esta vez un pequeño porcentaje despreciable? En primer lugar, porque no pueden despreciarse unas quejas que incluso motiven el cambio de terminal cuando se tiene, teóricamente, lo mejor del año en telefonía, y se apueste por un terminal Android, cuyo año 2014 no ha sido el más brillante. En segundo lugar, porque si me entero yo, una mindundi que sigue a menos de 200 personas en Twitter, es que tampoco será tan despreciable. Y, en tercer lugar, porque he estado también en ese porcentaje (si hablamos del software en general, estoy, de hecho, con el iPad mini 2). iOS 8 partió como el iOS 7 completo y mejorado, como una capa de chapa y pintura de la buena que no dejaba muescas y cubría descuidos, pero ahora, cuando es ya un chaval de 3 meses (eso en edad de SO es mucho) aún tiene demasiado porcentaje de promesas y lotería, éste último aparentemente acrecentado porque los usuarios empiezan a experimentar cambios en la autonomía coincidiendo, al menos en tiempo, con la última actualización del sistema, así como algunos otros bugs que he leído (hace un rato hablábamos de ello @marc_intosh y @JungleYorch, usuarios de un iPhone 6). De nuevo me llega la sensación (o feeling, en moderno) de parcheado, de remiendos, y no de afianzamiento, como sí lo hizo en un principio aparentemente. El porcentaje de aciertos, el quesito grande en la gráfica, ha menguado.
No creáis que esto acaba poniendo en venta el iPhone 6, porque se queda: porque fue una apuesta grande a nivel personal, porque tengo uno de los boletos premiados sin quejas a nivel de software, por esa cámara, y porque es el teléfono más cómodo que ha caído en mis ridículamente pequeñas manos, algo a tener muy en cuenta cuando la sensación es tan diferente viniendo de un teléfono con diferencias de tamaño en milímetros. Pero, si os digo la verdad, dejándome llevar por mis divagaciones tecnológicas, le instalaría Lollipop con los ojos cerrados, pagando lo que valiese (pero esto si a caso también os lo explico otro día, porque da para más de una frase, y ya he abusado bastante de vuestra atención).
El smartphone, la pieza, la coraza, cumple sobradamente, pero en la tecnología, como en la vida, no sólo cuenta el exterior, y yo a iOS 8 le estoy siendo infiel mentalmente con una piruleta.